Zorro dispara a su cazador.


Los hechos ocurrieron al noroeste de Bielorrusia, en la región de Grodno, donde la caza del zorro es el deporte nacional. Un tipo salió tranquilamente de caza cuando vio a un bonito zorro bielorruso. Se echó él la escopeta al ojo, apuntó y disparó. Le dio en una pata y el zorro aulló de dolor intentando escapar, pero pensando para sus adentros, tú te vas a enterar de lo que vale un peine, hijoputa.
El cazador fue a por su presa que se hizo la muerta para disimular. Al ver que respiraba, se dispuso a rematarla. Para ahorrarse un cartucho, pensó que lo mejor era rematarla a culatazos. Pero el zorro de tonto no tenía un pelo. No estaba dispuesto a sufrir aquel tormento sin presentar batalla, así que, en una de estas, se agarró a la culata del arma con uñas y dientes y sin encomendarse a Dios ni al diablo apretó el gatillo con la garra de su pata derecha.
El cazador sintió el calor de un incendio en su pierna. Se miró y comprobó que comenzaba a desangrarse por el muslo. El zorro, viendo la que se avecinaba, huyó a todo meter hacia la frontera de Polonia, donde la caza del zorro es mucho más restrictiva que en Bielorrusia. Estaba malherido, pero sabía que si alcanzaba la frontera estaba salvado. Y lo logró.
El cazador fue conducido a un hospital de Grodno, donde se encuentra ingresado. Y del zorro no ha vuelto a saberse nada. No se conoce si vive o ha muerto. A partir de ahora yo no sé cómo van a explicar en la universidad qué es noticia. Porque como los zorros comiencen a imitar a su hermano bielorruso, la noticia será que un cazador mate un raposo.
Yo, que no me gusta la caza, me alegro de la habilidad del zorro. Pienso que con su acción se estaba vengando de los cazadores sin escrúpulos que tantas atrocidades comenten. Como los que rematan a culatazos o ahorcan galgos cuando ya no les sirven para su actividad cinegética. El zorro vengador ha redimido a los galgos de los abusos a que les someten sus señoritos, que cuando dejan de entretenerles, les echan la soga al cuello para colgarlos de un manzano.
Un amigo me decía que era necesario, imprescindible ahorcarlos, que había visto cómo algunos dueños de galgos lloraban mientras ahorcaban a sus perros: ¡pues si han de acabar con ellos, si es imprescindible, que los lleven al veterinario, coño! Claro, que eso cuesta dinero y es más barata una cuerda que una inyección.
Otros cazadores más sensatos dicen que cuando se tienen que deshacer de un perro, sencillamente le dan un tiro en la cabeza. A mí me da grima pensar que yo pudiera pegarle un tiro en la cabeza a mi perro cuando en realidad, yo, por mi perra, ¡ma-to!
Así que, cazadores, ojo a los conejos que se revuelven contra las escopetas.
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